Se sentaba junto a la pared y
no parecía afectado.
Fue un instante acogedor verle aguantar
de pie.
Y es que la gravedad
tiene un compromiso con los incautos
y los que nunca aprendieron
a disimular.
Y a veces pienso que la pena
solo es una compañera accidental
de un montón de sitios, donde
siempre nos espera
en la ruina verdadera y criminal
de las reuniones familiares.
Con pulso firme sacó,
de un abrigo destartalado,
una pluma y una pistola que regaló
al propietario a cambio de
su mejor licor.
Y pensé «qué extraño»,
pensé que no nos haría daño,
pues la pistola era de su ex-mujer
y la vendió para pagar un año de
terapia de rincón.